lunes, 15 de noviembre de 2010

HOMO QUITENSE













Berce gendec vste çuten
Ecin scriba çayteyen
Oray dute phorogatu
Enganatu cirela
jzioqui dugu



Ella de un día para otro
decide lavar sus culpas
en este invierno abundante y generoso
que transforma la tarde
en un atolladero infernal
de cientos de criaturas bípedas
que se juegan la vida
entre la polusionante maquinaria
que acéfala avanza
en largas hileras
y en todos los sentidos
hacia ningún lugar

Me someto a diario
a los sentires que genera en mi
la inclemencia imprevisible
abrumadora
de sus elementos
Me deslizo por sus calles
y no quiero guardarme más
del roce constante
atrevido
y no pocas veces insolente
de todas sus manías
sus lacras
y detrimentos
Pero tampoco
del color de su cielo
del frío delicioso
que resuena en mis oídos
de su niebla mañanera
su sol canicular
la lluvia impenitente
que te congela los huesos
y el imponente
paisaje de su amanecer
mientras te atraviesa
la música nueva
de una lengua que ignoras

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